El Virus

Aquel pequeño ser se removía en el barro. A su alrededor, los volcanes llenaban el espacio de polvo; Como el minutero de un reloj, los rayos marcaban cada segundo en el vasto cielo.La tierra contemplo por primera vez al diminuto ser, y como una madre sintió por vez primera, la ternura. A aquella presencia la sabía diferente, diferente a la esperanza fallida de los dinosaurios. El insignificante ser se irguió y llamó a su madre Gea, y la madre complacida, hizo brotar de sus entrañas un edén.El tímido ser, construyó su casa y a Gea le pareció bien; Acalló entonces toda su ira. Los volcanes durmieron, los rayos cesaron y la madre cerró sus ojos, feliz y segura de que su hijo cuidaría de ella.Miles de años duró su sueño, mientras que el pequeño ser poblaba su extenso cuerpo. Construyó ciudades, imperios, murallas, rascacielos; inventó armas, locomotoras, coches, aviones y reinventó el fuego y lo rebautizó con el nombre de “Nuclear”.La madre despertó adolorida, como en una pesadilla. Débil y polvorienta su piel, se miró en los espejos del mar y no se reconoció… le habían arrebatado su velo y tuvo que mirar al sol de frente.Contempló su cuerpo nuevamente y casi moribunda, lanzo un grito que hizo estremecer los mares y hundirse las montañas. Los volcanes despertaron con ira y los huracanes, como brazos de gigantes invisibles, amenazaban con barrer todo vestigio de vida.La tierra miró aterrada al cielo, y entonces, vio cómo se elevaban pequeñas naves conteniendo al insignificante ser, el mortal virus.Supo entonces Gea, que la supervivencia del padre Cosmo, estaban en peligro.