No Recompensa

se buscan princesas de cabellos largos y dientes de sable
vivas o muertas...
se busca una fiera de garras ocultas y sonrisas piadosas
por miles de dolares...
se buscan amantes e infieles entre conventos e iglesias
contactar al teléfono...
se busca muñeca de trapo en los baúles de mascaras y látex
informacion aqui...
se buscan bellezas de espejos en baños de sucias baldosas
desaparecidas...
y pesar de mi vida
se buscan locuras ocultas enternas entre tu cuello y tu pecho
sin recompensa...

4:28

me levanto en plena madrugada, 4:28 para ser exactos...
mi cabeza no me deja dormir....
aunque mi cuerpo esta agotado, la maquinaria del pensamiento no se detiene,
recrea una y mil frases problemas circunstancias,
mi pulso entra en consonancia con el tic tac de un reloj y los mocos cada vez menos dejan respirar
todo mientras la imagen de tus risas se vuelve a repetir, una y otra vez mas entre mi almohada .
me resigno frustrado a no seguir luchando, y con esto abro los ojos, lenta y pesadamente acudo hasta el teclado donde golpeo las teclas como culpandolas de no dejarme soñar
mis dedos son bestias que se pasean entre las letras sin necesidad de mis ojos o mi cerebro,
igual este ultimo esta mas que ausente, todavía yace en la almohada luchando contra ti.
la verdad no se si lo que las manos golpean teclean recrean tendrá algún sentido mañana,
si la gramática ortografía sintaxis estarán correctas, no lo se...
solo se que fue la única manera que consiguió mi pecho para llegarte a contestar que si,
que si, que si, que es por ti que me desvelo

sin copas

se comienza siendo un insecto

temeroso de cualquier par de pasos,
tambaleamos y corremos cual mosquitos
hace falta mas cabello, mejor ropa, mejor voz, mejor vida, mejor olor
para hablar con ella, para acercarse a ella.
un par de babas y un eructo casual
sin posibilidades de sostener una conversación decente
se balbucea como abuelo sin su plancha
se intenta seducir antes de decir con la mayor simpatía
y siempre como resultado surge la estupidez,
la indiscreción se pasea por nuestras sienes,
buscando sesgar toda posibilidad,
ante la mínima sospecha de que la sonrisa rinda resultando
la idiotez suelta la carnada sigilosa de el nombre de otra mujer...
y justo en ese momento, se arruga el lienzo de la conquista,
se cae en picada directa hasta el risco del rechazo
que no omitirá por ningún motivo, el dolor de alma que conlleva

El beso

Antonio eligió, al azar, uno de los bloques de mármol de Carrara que había ido comprando a lo largo de los años.

Era una lápida. De alguna tumba vendría, vaya a saber de dónde; él no tenía la menor idea de cómo había ido a parar a su taller.

Antonio acostó la lápida sobre una base de apoyo, y se puso a trabajarla. Tenía una vaga idea de lo que quería esculpir, o quizá no tenía ninguna. Empezó por borrar la inscripción: el nombre de un hombre, el año del nacimiento, el año del fin.

Después, el cincel penetró el mármol. Y Antonio encontró una sorpresa, que lo estaba esperando piedra adentro: la veta tenía la forma de dos caras que se juntaban, algo así como dos perfiles pegados frente a frente.

El escultor obedeció a la piedra. Y fue excavando, suavemente, hasta que cobró relieve aquel encuentro que la piedra contenía.

Al día siguiente, dio por concluido su trabajo. Y entonces, cuando levantó la lápida, vio lo que antes no había visto. Al dorso, había otra inscripción: el nombre de una mujer, el año del nacimiento, el año del fin.