Wednesday, June 28, 2006

Dialogos














I

- ¿Quién es el de la foto? – preguntó la niña.
- Tu padre – contestó la mujer.
- ¿Mi padre? – replicó la pequeña.
- Si – afirmó la otra, y se quedaron un segundo en silencio.
- ¿Mi padre volaba? – inquirió la pequeña.
- No, - respondió en tono lúgubre la segunda, y afirmó-, estaba muerto.

II

- Mi padre está muerto – dijo la niña.
- El mío también - contestó otra niña.
- El mío vuela – respondió la primera.
- ¿Vuela? – preguntó otra.
- Si, por encima nuestro, lo vi en la foto – respondió la primera.
- ¿En qué foto? – cuestionó la segunda.
- En la foto de mi entierro – finalizó la primera.

III

- Estoy muerta – dijo la niña.
- Ya lo sé – respondió la mujer.
- Mi padre también está muerto – afirmó la pequeña
- También lo sé. – respondió la otra, y, luego de un instante, estalló en llanto.
- ¿Por qué lloras? – preguntó la pequeña.
- Porque he quedado sola – respondió la mujer.
- Yo estaré contigo por siempre – afirmó la chiquilla.
- Sí, lo sé, - respondió la segunda, y, enjugándose las lágrimas, finalizó –, pero sólo en mis pensamientos

Sunday, June 25, 2006

B.A.R.


Toma el vaso , bebe, entra, nada, bucea, ahógate, forma parte de él. Te volverás esponjoso, serás alcohol y él hablará por ti. Ahora súbete a la barra y grita sin escucharte, si el camarero dice que te bajes o incluso te tira al suelo, ríete de él. Estás tan alegre que el mundo ha renacido, tu carcajada es el comienzo de la nueva era, esa ráfaga felicísima es la primera letra de un abecedario que desterrará de una vez por todas al viejo y triste abcdefghijklmnñopqrstvwxyz. La gente se abraza, se besa con las nuevas palabras, canta oh sole mío sin oes, haches, eses, eles ni es. Todos intentan subir a la barra, pero esta es débil, finalmente se rompe y la gente llora de risa ante tal espectáculo. Se cambian la ropa. Ella con corbata y tú con su falda hacéis el amor sin necesidad de música alguna. El camarero, eufórico, golpea los barriles de cerveza con un hierro que ha encontrado en el almacén y cree que está tocando “Las Estaciones” de Haydn. En el tercer movimiento, estalla un barril, un viejo cliente que prefiere a Wagner le quita el hierro de las manos y hace al menos un agujero en cada barril intentando tocar algo parecido a su “Ocaso de los dioses” La cerveza inunda el bar, la gente muere feliz jugando con la espuma. Tú y ella coinciden en ese momento al orgasmo. Otra nueva atlántida se ha hundido y será también olvidada por todos.

Thursday, June 22, 2006

Fruta


Abrió los ojos lentamente y observó un cielo despejado, extrañamente azul para la época del año. Curioso, sabía que era invierno y sin embargo no lograba acordarse de su propio nombre. ¿Acaso tenía uno? Con gesto cansado se deshizo de las briznas de hierba que el prado había arrojado sobre su cuerpo durante la noche. Ramas de un verde intenso en contraste con el azul del cielo. Se incorporó lentamente al tiempo que se intensificaba el dolor de cabeza, que había sido un murmullo más que una molestia hasta el momento. Al carraspear notó un sabor agrio e irritante en la garganta, y tuvo que protegerse los ojos con una mano para observar el lugar donde se encontraba. La pradera estaba en silencio, parecía dormir. Tan solo se escuchaba una plácida y pausada respiración cuando el viento acariciaba los árboles y serpeaba silbando entre las ruinas de lo que parecía una antigua capilla. Las lianas y enredaderas pordian observarse entre las grietas de la torre. Anduvo unos pasos para desentumecer las piernas y observar las ruinas que le rodeaban. Aquí y allá descansaban enmohecidas rocas que un tiempo ya muy lejano habían formado parte de los muros de la iglesia. De la antigua estructura, solo quedaba en pie un ennegrecido torreón por el que las enredaderas competían por llegar a la cumbre. El techo de madera hacía tiempo que había desaparecido bajo la acción de las incesantes termitas, y la torre permanecía de este modo incompleta, tullida y envejecida por el paso de incontables generaciones. Conocía los nombres de cada uno de los objetos, animados e inanimados, que veía: roca, árbol, nube, pájaro… y sin embargo no sabía cómo había llegado allí, dónde había vivido su infancia o cuál era su nombre. Era como si hubiese nacido justo en ese momento. El pasado no tenía significado ni forma para él. Se concentró intentando encontrar el recuerdo mas lejano que tuviese… pero no dio resultado. Sabía que había despertado en aquel lugar, no había nada más. Era una pizarra en blanco con tan solo unos insignificantes trazos. Una sensación intensa y cotidiana interrumpió sus cavilaciones: el hambre. Le agradó reconocerla, como si fuera un nuevo recuerdo descubierto. ¿Desde cuando no habría probado bocado? Tenía que encontrar algo que llevarse al estómago, esa era su principal preocupación ahora. A su alrededor había muchos tipos de plantas. Algunas con bayas de intensos colores, pero no se decidía por ninguna… ¿y si fueran venenosas? A pocos pasos de distancia de donde había despertado encontró un matorral especialmente llamativo. Sus frutos eran rojos y carnosos y sugerían un agradable sabor. Decidió arriesgarse y masticó uno con cuidado. El sabor era extremadamente agrio y amargo, nada parecido a lo que había esperado. Lo escupió asqueado. Y, sin embargo… aquel sabor le era familiar, de eso estaba seguro. Se había despertado con él, arraigado en su garganta. Casi inmediatamente su percepción de la realidad empezó a ondular: el cielo ya no era azul, sino rojo; y los sonidos se volvían estridentes. No podía mantenerse en pie, sentía una sensación muy desagradable, como de ser absorbido a través de un embudo. Y no sólo eso, las sienes le palpitaban con insistencia, como si los pocos recuerdos que poseía pugnaran por escapar. Cuando cayó al suelo, estaba completamente inconsciente. . . .

Abrió los ojos lentamente y observó un cielo despejado, extrañamente azul para la época del año. Curioso, sabía que era invierno y sin embargo no lograba acordarse de su propio nombre. ¿Acaso tenía uno? ...

Saturday, June 17, 2006

La Hija Rembrandt




Vivía atormentada. Por muchos mirada, por pocos admirada. Acongojada. Fingiendo naturalidad. Recluida. Postrada en una cama dorada inquilina de una inconexa habitación. Lejos de un verdadero hogar. Desnuda. Helada en el frío San Petersburgo. Llena de luz pero vacía. Fecundada en un anuncio de muerte. Maniatada en el amor. Recorriendo oscilantes vaivenes de mayor amargura que otros. Maldiciendo la creación, la erudita inmortalidad de sus agarrotadas formas. Rendida al peso de los días de años que eran siglos. Al amanecer de uno de ellos, Dánae, hija de Rembrandt, decidió abandonar su cuadro. Cayó desplomada de la cama con las fuerzas en el lindar del olvido, notando la imposibilidad de cualquier otro movimiento. Lloró de rabia, impotente. El primer empleado de la mañana observó perplejo el cuadro. Dánae se hallaba desnuda al pie de la cama. Extenuada en su postrero esfuerzo de vida. Congelada de muerte.

Saturday, June 10, 2006

Almarë


Otra vez, martes, cerca de la una, todo en silencio. Han pasado veintiocho días y la inmensa y pálida luna se vuelve a asomar exactamente por el mismo sitio que las otras veces. El color azulado de su luz ilumina su dulce cara: la hipnotiza, la cautiva; aunque parece que su propia tez brilla más que la blanca piedra. Ella espera impaciente su llegada, mientras su corazón se debate entre el miedo y el deseo. Su estómago se empieza a encoger a medida que siente que ya queda menos para que se presente. Su vello se eriza y sus pupilas se dilatan hasta casi cubrir por completo las cuencas de sus ojos. Esta impaciente. Aún recuerda como fue la primera vez: todo igual que ahora pero con la inocencia de no tener idea de que a partir de aquel momento, sus sentimientos, sus deseos, sus anhelos más profundos que escondía en el fondo se sus entrañas se tornarían diferentes para no volver a lo que hasta ese día habían sido. Cada vez que pensaba en aquella vez la cabeza le daba vueltas, y sus recuerdos caían vertiginosamente a lo más profundo de su alma, tan rápido que le daba vértigo. Ella lo espera, como siempre encogida en su cama, enrollada entre las húmedas y frías sábanas, con el centro de sus ojos clavados en la luna, mientras sostiene la cálida manta hasta cubrir su nariz. Se acerca la hora cuando de repente reconoce aquella inquietante y fantasmagórica sombra que ya asoma por el lateral de la ventana. Se acelera, su presión sanguínea aumenta debido a la taquicardia que le produce cada vez que le visita; entonces se relaja y sus pupilas retroceden como enemigo vencido. Poco a poco se acerca hasta ponerse tan cerca de ella que ya casi ni lo diferencia de la oscuridad donde no llegaba la calmante luz de la luna. Cada segundo que pasa su temperatura va aumentando, igual que el resto de las veces que han compartido aquel pequeño universo que es su habitación. Pero jamás la ha rozado, ni una sola vez ella ha sentido contacto alguno sobre su suave, tersa y blanquecina piel. No puede comprenderlo, ella nunca ha sido así, jamás había sentido aquel deseo de poseer lo que no podía ser poseído, lo que no podía ser tocado. Aquello le había cambiado, le había vuelto impaciente y nerviosa. Nerviosa e impaciente porque espera que rápidamente pasen otros veintiocho días para volver a experimentar el deseo de lo que no puede ser deseado, de lo que no debe ser deseado. Cada vez que estan juntos suceden cosas que no pueden explicarse con palabras, que por miedo a estropear la realidad no deben explicarse con palabras. Como las otras veces todo acaba de pronto. La oscuridad de lo desconocido se retira, cayendo por la ventana. Ella se queda triste, desolada, pero contenta: porque cada segundo que pasa, falta un segundo menos para volver a la eternidad de ese instante que comparten juntos. Tan solo le queda aquel dulce aroma que se condensa sin explicación por la superficie de sus sábanas, aquellas mismas telas por las que se ha retorcido durante un mes hasta que su querido compañero ha vuelto a visitarla. Ella, como siempre, lo esperará con impaciencia.

Tuesday, June 06, 2006

3 POUNDS 3 libras de buena musica

Powered by Castpost

preso...



Se acercó tímidamente a los barrotes de la celda y miró alrededor. Ni un alma. Con una lima trato de deshacerse de los hierros con el objetivo de salir de ese infierno en el cual había vivido hace muchísimos años. Y lo logró. Después de muchas horas de trabajo, extenuado, saltó al otro lado. Con satisfacción miró todo lo que había dejado y lo vio ya lejano. Al fin estaba preso.

Monday, June 05, 2006

Historias


Desde anoche, la mayoría de los personajes de mis cuentos y las hadas voluptuosas de mis poesías han venido a visitarme y a contarme de sus vidas, sus deseos, sus alegrías y pesares. Digo la mayoría, pues me comentaron de la muerte de algunos de ellos, o del alejamiento de otros a tierras lejanas, a buscar mejores tratos en la mente y en el alma de auténticos cuentistas, a aprender nuevas lenguas en el hemisferio norte, al centro y a la izquierda del planisferio. Me contaron de sus vías de transporte, de cómo logran transponer sus átomos casi magnéticamente dentro de un baño de luz que al instante los pasea virtualmente por las mentes de las gentes que al unísono, aquello que algunos llaman "musa", más aquí y más allá, según meridiano de Greenwich, estén imaginando cosas con poder artístico, y que ellos eligen con quien convivir, o a quien invadir, como lo han hecho conmigo. Pronto me tranquilizan afirmando que sus peregrinaciones son como de aves migratorias, a veces al azar, regresan a anteriores huéspedes. Nosotros, los mortales, somos quienes abusamos para bien o para mal, para pintar mujeres odiosas o madres castradoras, o fabulosas musas que han servido de paleta de millares de colores para iluminar amores en infinitos versos. Para explayarnos en hombres fieles y serviles a los dioses y a la historia, o en satánicos personajes de monstruosidad psicopática. Mis intentos de marcar los límites de la conciencia humana fueron rápidamente acallados por las amenazas de no dejarme cerrar los finales de mis cuentos, o de no facilitarme ideas o frases para arrancar mis poemas. He tenido en este día la sensación de que quizás deba seguir así, como partícula al servicio de mis personajes de ficción, semidioses que conversan con mi mente y vivifican mi cuerpo, determinándome la esencia de mis actos y mis planes, para al menos mantener mis límites más libres en la vida real fuera del papel, si es que en la supuesta realidad no han aun comenzado a invadirnos con su novedoso mecanismo de invadirnos con sus historias y tornarnos un poco mas heróicos; si es que aun no han dejado de ser inertes en nuestras almas y de nuestro pensamiento saltan ahora como carne viva a nuestra realidad... como un dia hizo dios con Adán... creando desde historia, de un pensamiento a una realidad

cristales


El cristal del telescopio está sucio, repleto de microbios. Galaxias enteras recorren mi microscopio. A la vista, ante mi espejo, te encuentras tú a la distancia exacta.

Ya no puedo, ni quiero, mirar más allá de tus ojos.

Amigo Verso

Encontrarse por suerte con el camino perdido. que tiene algo de hierba surgiendo entre las grietas Con parte del asfalto derruido y un poco ...